La historia del pueblo de Israel realmente empieza con Abraham. Si mantienes los ojos abiertos e investigas sin perder detalle, conocerás a este personaje de la Biblia considerado el Padre de la Fe.
Abraham, al igual que tú, también empezó su viaje desde la ciudad de Ur. Su padre Teraj llevó a su familia a la ciudad de Harán. Cuando Abraham se convirtió en adulto, tuvo la convicción que Dios lo llamaba a que se fuera a Canaán y viviera allí.
Aproximadamente 2500 años A.C, Ebla era un reinado que comprendía a Siria capital de Damasco y el sudeste de Turquía. En 1975 se hallaron 20 mil tablas y fragmentos cuneiformes en Siria, en el palacio del rey Aghrish. Se llamaron las tablas de Ebla y databan de 2500 años antes de Cristo. En ellas se han descubierto los nombres de Abraham y David entre otros.
En las narraciones sobre los Patriarcas se encuentran reunidos los recuerdos que conservó Israel acerca de sus antepasados más remotos. Estos relatos provienen en buena parte de la tradición oral, una tradición donde la historia se reviste de rasgos legendarios, y que antes de ser fijada por escrito se mantuvo viva en la memoria del pueblo a lo largo de los siglos. De allí la frescura y vivacidad de esas narraciones casi siempre breves y anecdóticas, más interesadas en el detalle pintoresco que en la exactitud histórica, geográfica o cronológica. Dios les promete una descendencia numerosa y les asegura que sus descendientes recibirán esa tierra en herencia. Sobre esta promesa divina gira toda la historia patriarcal. En virtud de esta promesa, Dios se abre un nuevo camino en ese mundo que los primeros capítulos del Génesis nos presentan ensombrecido por el pecado. Así comienza la "Historia de la salvación".
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